Ocurrió ayer, tras un larguísimo congreso superintensivo de una semana
sobre la relación entre TIC y Educación, al cual asistí con unos compañeros de
mi centro. Muy interesante la verdad, aunque debí sumergirme tanto en ese mundo de avances
de la tecnología, durante la escucha de interminables ponencias sobre la
evolución de Internet desde la “prehistoria” y su prometedor desarrollo... Sería
también el cansancio tras una semana de congreso (¡madre mía, qué cansancio!) y
también que hace poco vi la película Blade
Runner en la tele, sí, seguro que influiría eso también...Total, anoche caí
en un profundo sueño, deslizándome en un vértigo de locura.
Al principio todo era normalidad, incluso para mí que me vi catapultada al año
2030, dando un salto de casi 15 años en el futuro. Parece poco tiempo, pero ¡madre
mía que revolución! Si creemos haberlo visto todo, no es así ¡hay mucho más!
Yo seguía como docente, bueno, realmente no puede decirse exactamente eso,
ya que, en esa época, inverosímil hoy, nuestro papel no estaba bien definido:
era mi imaginaria visión del maestro del futuro.... De hecho, había cambiado
todo: vi lo que podría pasarnos (espero nunca), y ¡no fue ninguna pasada!
Era todo distinto, ya no había aulas como las conocemos ahora, estaban
despojadas de todo, ya que el mobiliario no servía para nada: me acuerdo de que
ya no había pizarras, ni siquiera las interactivas y...ni hablar de las de
ardesia que ya estaban en los museos... Los pupitres ya no existían porque no
servían de nada. Ni hablar de la valiosísima e insuperable tecnología,
verdadera aliada del profesor: el boli, que para mí sigue siendo un invento
espectacular, pero en ese escenario tan desolado, ya era un hallazgo arqueológico,
sí, de veras. Todo era internet, todo ser humano vivía de internet, estábamos
inmersos en la “Gran Red”. ¡Todo estaba impregnado de internet! En las pocas
aulas que todavía quedaban, las paredes hablaban ‘internet’, hacía falta sólo
un botón y...¡se conectaban! No había ni siquiera ordenadores y lo más
alucinante de todo: ya no servían de nada los teclados, las pequeñas teclas que
usamos todos los días y que en el aula se parecen, con su ruido, a una lluvia
incesante cuando los chicos toman apuntes...¡Nada de eso! Y ¿por qué?
Simplemente porque se escribía....con solo dictar, no tenías que usar los dedos
porque ¡había programas que te ahorraban la “molesta” operación física! Esto sí,
bastante cómodo, la verdad, y esto era nada si añado que no había libros, ni papel,
ni cuadernos, no había mochilas donde meter libros, todo muy cómodo y ligero, y
las raras veces que quedábamos con mis alumnos en clase, sí... las raras veces,
todo era mediante internet: repasar, contrastar opiniones...en el fondo ¡yo era
una de ellos, ni más ni menos! Sólo daba indicaciones, enlaces, ponía
controles, evaluaba y nada más. Ahora todos venían con su reloj, sustituto del extinto
móvil, junto con el que pasaban todo el día para cualquier cosa, un verdadero y
¡quizás único amigo! ¿Y por qué nos veíamos tan poco en clase? Pues simple...
no hacía falta, ya que todo pasaba a través de internet: ellos aprendían en su
casa, cuando querían, la verdad, y allí tenían por supuesto paredes/pantalla
con internet y con un botón y un sólo clic lo tenían todo. Los profesores sólo
estábamos a su alcance en los vídeos, guiándoles con unos enlaces y ¡hasta las
tutorías eran por videoconferencia! Ya estaban superadas las exposiciones
porque, claro, ellos se grababan con su reloj y ya está... ¡la nuestra era una relación
a distancia! Las únicas veces que nos veíamos en clase era para charlar un rato,
intercambiar opiniones y hacer algunas encuestas....Sí, todo era una encuesta
para comprobar quién sabía más y comparar datos entre ellos para luego pasarnos los datos entre los profes.
Claro, tampoco nos reuníamos con los compañeros para las evaluaciones,
había un pograma que hacía la evaluación virtual con sólo dictar las notas y ya
está. Y los claustros... cada uno se quedaba en su casa...¡hablando con la
pared!
Un día descubrí que se había hecho popular un programa entre los chavales
que empezó a circular haciéndose más popular aún que el actual Whatsapp: el llamado “Esfuerzo”, el cual
te lo hacía todo con sus mil funciones, tú sólo tenías que darle cuatro indicaciones
y nada más: ¡una auténtica locura! Hasta que, por nuestra parte, los profes
descubrimos un programa realizado para pillar a los que usaban “Esfuerzo”,
aunque al mismo tiempo se puso de moda para nosotros un programa que corregía
todos los trabajos sin que tampoco nosotros hiciéramos mucho esfuerzo...En fin,
¡programas que marcaban la muerte de la Educación!¡Ya no había cabida para el
auténtico esfuerzo, el sudor, nada!
Y que más, ya casi no quedaban librerías, pero sí weberías... todos leían en su reloj, comunicaban con él, casi se
hablaba con la gente, casi se salía de casa. Empezaban a verse museos de los
libros... Ya no había copisterías, papelerías... ¡internet estaba incluso en
las gafas, en los coches, en los medios públicos!
Y ¡finalmente llega el fin del mundo! En cuestión de unos minutos estalla
el Apocalipsis: un raro virus destruye Internet...¡destruyéndolo todo! La gente
se vuelve loca: ¡sin internet no queda nada! Los datos, todo está perdido, los
alumnos desesperados porque desaparecen las redes sociales, pero no por perder
el acceso a la Red para seguir aprendiendo: en pocas palabras: ¡la gente se ve
despojada de la vida! Y yo... justo ese día de tragedia y luto general, me
pongo radiante por los recuerdos de cuando todavía el profesor tenía una
función y un sentido en un mundo ya hecho de TIC, pero donde su figura y el
contacto físico eran insustituibles.
(Por teléfono)
- Mamá, ¿te das cuenta? ¡Me parecía como si fuera todo real, no puedes
entender la locura, lo que vi, la gente corriendo, parecía una escena
apocalíptica...!! Menos mal, al final he abierto los ojos, he mirado a mi
alrededor y he visto dónde me encontraba, he echado un vistazo al escritorio
para asegurarme de que todo siguiera allí, que mis libros y apuntes en las
carpetas estuvieran allí y poco a poco me he dado cuenta de que todo había
pasado. Así que nada, ahora que todo ha vuelto a la normalidad, puedo hablarte
un rato y luego me voy, que en dos horas tengo que atender a unos padres y
luego Claustro.
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