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¡Pi-pi-pi! ¡Pii-pii-piii!
¿Es el despertador? ¡Qué
dolor de cabeza! Anoche estuve corrigiendo los exámenes hasta bien entrada la
madrugada y no me pude preparar las clases de hoy. ¡Qué locura! Diez años en la
docencia pero sigo diseñando mis interacciones en el aula como si fuera una
novata. A ver si por fin ponen en marcha el “arma secreta del profesor”, de la
que están hablando desde hace tres años. ¡Ups! ¡Me he ido de la lengua! 😇
¡Tampoco ya es un secreto!
Hace unos cinco años un
gracioso decidió vengarse de los profesores (por lo de siempre: que si no hacemos
nada, que si tenemos muchas vacaciones…) y diseñó un programa que sustituía al
humano por un profesor virtual. Fue un año muy caótico. Miles de docentes en el
paro, protestas por todas las partes… A las protestas de los profesores se
unieron las de los padres… ¿Y los padres por qué? ¡Porque las máquinas no
tienen sentimientos! Es inútil culparlas del fracaso de tus hijos. Las máquinas
no detectan con una sola mirada que a su alumno le está pasando algo. Tampoco se
adaptan a la diversidad de las aulas...
Y como no hay mal que
por bien no venga, salimos ganando los profesores. Eso sí, nos hicimos de rogar
bastante antes de volver. Era el momento justo para reclamar nuestros derechos.
Así que a estas alturas del 2030
tenemos las escuelas mejor equipadas: hay un ordenador para cada dos alumnos y
prometen uno por alumno para 2040. Las clases son menos numerosas para poder
atender a todos. Y tenemos una hora lectiva menos para poder formarnos. Para no desperdiciar la inversión en los
profesores virtuales, nos prometieron hasta 5 sesiones de “profesor de sustitución”
por año (dependiendo de los méritos, claro) para los asuntos propios. Pero, de momento,
nos siguen dando largas. Aunque el hecho de que el profesor ahora es una figura
respetada ya es un logro muy considerable.
¡Pii-piii-piiii! ¡Piiii-piiii-piiii!
¡Dichoso despertador! Hoy
es sábado y falta un mes para las evaluaciones todavía. ¿Qué estaba soñando?- pienso mientras
tomo mi primer café de esta mañana. – Definitivamente, necesito unas
vacaciones. Aunque no estaría mal esta función de “profesor de sustitución”, ¿a
qué no?
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