Bernardo Atxaga, el que dio
origen al relato Memorias de una vaca, es Jose Irazu Garmendia, un talentoso escritor español que tiene el
mérito de ser el autor más leído y traducido de la lengua euskera. Ese libro, que se coloca entre sus relatos
juveniles, nace a partir de la memoria de una vaca, la que hace un recorrido
histórico desde el momento de nacer, justo cuando estalla la guerra civil
española, hasta finales de los noventas.
La protagonista de esa historia es una vaca
negra, llamada Mo.
A diferencia de lo que intenta demostrar el dicho popular que dice
que no existe “cosa más tonta que una
vaca”, la vaca posee una gran inteligencia y una voz interior que la ayuda
a superar cualquier problema que se le presente.
A modo de diario, la protagonista nos cuenta todo el trascurso de su
vida vacuna, empezando desde la primera vez que oyó hablar su voz interior.
Inicialmente, tan joven y cabezota como era, no creía en lo que no podía ver,
no entendiendo que fuese lo que le hablaba por dentro. La voz interior le decía
que podría llamarla como le diese la gana y que estaría siempre con ella para
guiarla.
La primera vez que Mo empezó a pensar en el Pesado como su mejor amigo
(asì la vaca llamaba a su voz interior) fue un día de nieve. Su voz interior
intentaba convencerlo de que se marchase de allí; sin
embargo la vaca, no entendiendo el peligro, continuaba a comer su yerba. Al final, con el
pasar de las horas, enterándose de que todo el campo estaba lleno de
nieve y que el camino hacia casa no se veía más, decidió marcharse.
En ese episodio, la vaca tuvo que enfrentarse con dieciséis
lobos. Después de haber roto algunos huesos y dientes logró bajar de la colina
y salvarse y, desde aquel día, prometió que escribiría sus memorias.
Mo
nació en un bosque del país Vasco, en 1936. La casa Balanzategui fue el
hogar donde pasó la primera época de su vida. El momento en lo que nos
cuenta su historia, a finales de siglo XX, el animal llevaba años lejos de su
primer hogar. Él quería volver a su casa nativa, sin embargo, el problema
era que no sabía cuánto le quedaba de vida y si tendría el tiempo necesario
para volver.
Como
nos cuenta en su memoria, cuando nació, no sabía tampoco qué animal fuese. Después de
haber entendido de que no fuese un animal doméstico como le habría encantado,
subió a un monte y, sin contemplar aún su nueva casa, se marchó diciendo a sí
misma que no quería ser una vaca. Sin embargo, su voz interior le hizo cambiar
idea tanto que empezó a aceptar el hecho de que fuese una vaca de manera
orgullosa, exclamando que no fuese una vaca cualquiera. Así bajó
hacia el valle hasta el molino viejo para ir a conocer su nueva casa; sin
embargo, en su camino, se interpuso la persona más
maligna que hubiera podido conocer en su vida, Gafa Verdes.
Gafas verdes era un hombre de unos
sesenta años, extranjero, que llevaba unas gafas que parecían hechas de cristal
de botella. Llegando al molino, Mo vi los dos hermanos dentudos que le
empezaron a perseguir; sin embargo, por detrás apareció La Vache que Rit que, con un par
de rompeduras de huesos, les hizo marchar. Esa vaca negra, fea
y mal proporcionada - pero muy lista - repetía siempre la misma frase:
“No hay cosa más tonta que ser una vaca tonta”. Por lo tanto, Mo le demostró de
no ser tonta, y las dos se hicieron amigas. La Vache empezó a
explicarle lo de la guerra y que al marido de la dueña le habían pegado un
tiro, matándole. Los dos nuevos amigos se dirigieron hacia el cementerio para
ver donde había sido enterrado el hombre. Sin embargo, el Pesado intervino,
invitándo a Mo a ir a ver su nueva casa y las otras vacas. Las dos
vacas, llegando al establo, recibieron la bienvenida por las demás vacas. Este
episodio hizo reflexionar a Mo sobre el hecho que ser vaca no era poca cosa.
En el cuarto capítulo la vaca nos cuenta sobre su istancia en
Balanzategui. En aquella época era muy joven y solía disfrutar de la compañia
de vacas “tontas”, razón por la que decidió no ir más a visitar a La Vache para que le
contara lo de la guerra. Sin embargo, después de un tiempo, Mo entendió que
quería ser una verdadera vaca, propio como su amiga La Vache. Por lo tanto, empezó a alejarse de las demás vacas. Inicialmente, se quedó sola, disfrutando
de esta soledad y “ desierto” tan agradable y estimulante. Como decía ella,
para ser una verdadera vaca se tiene que sobrevivir al desierto, superando
todas las dificultades. El camino que llevaba desde ser tonta a ser
una vaca inteligente era el camino que cruzaba ese desierto y no se llamaba
enfermedad, pobreza, o cárcel como el camino que tenían que cruzar muchas
personas, sino soledad. Sin embargo, después de un
periodo, ajena de las otras vacas, empezó a tener la necesidad de tener
compañia.
De pronto Mo oyó el silbido de Genoveva, así que decidió volver. Otra
vez se estaba teniendo un banquete para las vacas negras. Genoveva era la
dueña de la casa, una persona muy seria. Ella tenía un criado que le llamaban El encorvado, lo cual se
encargaba de separar a las vacas a la hora del banquete. Esta vez les tocaba a
las negras, que entraban en el establo para darle el pienso. El resto (las
rojizas) las metían en un pequeño terreno circular cercado por un muro de
piedra. El Pesado le decía a Mo que todo éso no era normal. ¿Por qué
separarse?¿Por qué por turnos? Un montón de preguntas sin respuesta eran la
causa del nerviosismo de Mo.
Una noche, oyó unos pasos de caballos: una cuadrilla de hombres que se
habían puesto a cargar los caballos con unos sacos repletos: Pero... ¿ De
qué? Estaban hablando de la guerra, volviendo después de un rato hacia la
montaña. Gastando todas sus energías, Mo descubrió que el
arroz lo llevaban al monte y que era disimulado con sacos de pienso puestos por
encima; por lo tanto, llegó a la conclusión de que, en Balanzategui, el
ejército no se había todavía rendido. La Vache ya sabía
todo esto, así que quedaron en el avión estrellado hablando de este
asunto. Genoveva y El encorvado estaban muy
metidos en todo el hecho de la guerra, ya que alimentaban a los del monte.
Había, sin embargo, algo que ellas no comprendían: ¿ Por qué los del molino no
los pillaban? Tanto a Mo como a su amiga y a Gafas Verdes les costaba
mucho averiguar. Debía de haber algún truco para que bajaran los caballos sin
que ellos se enteraran, ¿ Pero cuál? Gastando todas sus energías entendieron por fin que, cuando las
negras tenían banquete llegarían los caballos, y cuándo lo tenían las
rojizas no iba a bajar nadie. Por lo tanto, Gafas Verdes,
descubriendo todo esto, preparó una trampa, haciendo entrar a las negras y
dejando dentro del cercado a las rojizas. Los guardias de Gafas Verdes detuvieron y se
llevaron a Genoveva, dejando la casa sola, sin dueño, sin embargo con las
vacas. Los nuevos dueños, desde aquel momento, habrían estado los gemelos
dentudos, Mo y La Vache consiguieron escapar, y no
tenendo nada para comer ni para beber, decidieron bajar al riachuelo .
Desgraciadamente 3 jóvenes las enlazaron con una cuerda gruesa y las llevaron a
una fiesta dónde todo terminó mal. Las vacas decidieron escapar, saltando un
muro y echándose a correr hacia el monte. Al llegar estaba un grupo de
jabalíes, y por el hecho de que a La
Vache le había
desde siempre gustado ser uno de ellos se quedó allá, dejando el pobre Mo. Dejó
de ser vaca para pasar a ser el otro ser que tanto envidiaba. El Pesado, invitó
a Mo a alejarse e irse. Así Mo regresó a su casa natal.
Después de muchísimo tiempo, un día cualquiera, estaba la vaca
paseando por debajo de un balcón del pueblo cuando Paulina Bernardette (Mo aún
no la conocía) se le cayó encima. Quería escapar de la casa donde vivía por el
hecho de que no quería casarse con quien le habían mandado. Ella quería ir al
convento pero no hubiera podido sin una dote. Mo se ofreció para ir a vivir con
ella en el convento, así que la mañana siguiente ya estaban en el convento.
La
razón inicial de Mo, de escribir todas estas memorias, era la ilusión. Mientras
que estaba en el convento con la monja y leyendo todo lo que había escrito en
esas páginas, empezó a hacerse, a pesar de los años, muchas preguntas. Se
preguntaba por La Vache que Rit, por Genoveva, por Gafas verdes..., y aún no se creía que el
pesado fuese su Ángel de la Guarda. Por fin Mo consiguió entender de tener dos
voces, la de dentro y la de fuera.
Mo
escribió sus memorias hasta la llegada al convento. Al final tomó una decisión,
propuesta por Pauline Bernardette: corregiría, puliría y retocaría la
primera parte de su vida. Y, algún día, en caso de que surgiera la necesidad,
seguiría con el resto.
Un
elemento importante que cabe destacar en Memorias de una vaca es la voz interior que tiene Mo. Esa voz remite
a la voz interior que cada uno posee y que cada uno tendría que “sentir”
más para enfrentarse a las dificultades de la vida. Además cabe
destacar el
hecho de explicar distintas épocas de la vida, podendo apreciar cómo el
protagonista va madurando y adquiriendo una conciencia de los problemas y de la
vida misma.
Ese libro podría aparecer aparentemente monótono por su andadura
lenta, y por lo tanto los jóvenes, antes de refleccionar sobre los temas de la
vida actual que ese mismo libro trata, podrían sentir esta sensación de
aburrimiento. Sin embargo, mirando mas allá de las aparencias, se puede notar
cómo pueda ser un libro innovador que, aunque esté ambientado en el periodo de
la Guerra Civil, trata valores siempre actuales, gracias a los cuales los
jóvenes, pueden acercarse con más conciencia a sus proceso de maduración.
El elemento que se destaca desde el principio, como ya se ha dicho, es
lo de la voz interior. Ese Ángel de la guardia que cada uno posee, y del que
uno no se puede alejar, es lo que nuestro “instinto” nos aconseja y nos guía
hacia los mejores caminos a seguir.
Otros elementos que cabe destacar son valores como los de la amistad,
o sea esta necesidad que se tiene en la vida de compartir algo con alguien, y
la necesidad de ser escuchados y amados. Además, lo que atrae mucho, y además nos hace reflexionar, es el
momento en el que Atxaga nos cuenta del periodo difícil en lo que la vaca
decidió, para no ser tonta como las demás, quedarse, por un cierto periodo ,
sola. El desierto de que se habla en el tercer capítulo, es el desierto de la
soledad, un desierto para lo que todos, adolescentes y adultos, una o más veces
suelen pasar en la vida. El mensaje que se quiere dar a los lectores es
que, aunque hayan momentos difíciles en la vida, no se tiene que
darse por vencidos. Se tiene que luchar, para superar las dificultades. Hay una búsqueda
constante, por la vaca, de su conciencia, intentando siempre, sin rendición,
conocer a si misma no dejánodose llevar por la rutina y la melancolía.
Este libro, impreñado de moraleja, quiere enseñar a vivir
tanto a los adolescentes como a los adultos, invitándolos a dar valor a su
vida.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLo siento pero no entiendo porque hay algunas líneas subralladas en blanco y otras normales. Ententaré arreglar el problema. Buenas noches.
ResponderEliminar